«Ni un solo propósito más noble que el suyo’

¿Cuántas veces en nuestra vida nos habremos replanteado las cosas, nos habremos parado a pensar y considerar si estábamos realmente siguiendo el camino que queríamos? A veces, Dios nos da su claridad y, aunque no sepamos con certeza hacia donde nos conducen sus caminos su plan nunca falla. Él nos llama de una manera o de otra. Y tú, ¿cómo lo oyes?

En este caso queremos compartir una entrevista realizada a Álvaro, un joven cristiano que en su día se alejó de Dios pero que supo responder al llamado y volver a la casa del Padre.

¿Cómo te convertiste en cristiano?

Yo crecí en una familia católica, fui bautizado, hice mis dos años de catequesis de preparación para la Primera Comunión… Incluso hice pos catequesis durante un tiempo. Sin embargo, en un punto de mi adolescencia decidí dejar de ir a la Iglesia. No estoy seguro de si dejé de creer en Dios necesariamente, pero desde luego adopté una postura de indiferencia. Tenía bastantes cosas en contra de la Iglesia Católica, desde su riqueza y poder hasta los famosos escándalos de Boston. Yo no diría que estaba enfadado o era un activista en contra de la Iglesia, simplemente eso no era para mí. La situación continuó de la misma manera hasta mi último año de carrera, cuando me interesé en filosofía y en las profundas preguntas de vida y realidad. Y hace casi tres años estaba leyendo un libro escrito por un sacerdote católico sobre lecciones de humanismo. Este libro hacía referencia a varios pasajes de la Biblia y me di cuenta de que algunos de ellos resonaban muy fuertemente dentro de mí. Yo seguí con mi vida, haciendo mis cosas y las palabras fueron haciendo eco en mí día tras día. Poco después coincidió que conocí a un grupo de jóvenes de una iglesia local que hacía estudio bíblico. Me hice amigo de ellos y empecé a ir con ellos, no porque hubiera tenido una gran revelación, sino porque intuía que sería bueno para mí saber más acerca de lo que dice la Biblia. Pronto empecé a ir regularmente a la Iglesia y a meditar lo que el Evangelio me transmitía. Y llegó un momento, no sé muy bien cuando, en el que estaba seguro de que era cristiano.

Hace un año y medio me bauticé por el rito protestante, lo cual fue un momento muy importante para mí. Fue una decisión muy consciente de convertirme en seguidor de Jesucristo. Y así es como yo entiendo y vivo mi fe.

¿De qué modo vives tu fe?

El modo en el que entiendo mi fe es a través de una experiencia nuclear, una experiencia de sentir a Dios como Padre que me ama. Sentir a Dios como el Padre revelado por Jesucristo es para mí el centro de mi fe. Es verdad que trato de leer el Evangelio para seguir a Jesús en mi vida diaria, y a veces incluso parece que estoy camino a convertirme en una mejor persona, pero la energía y la fe que necesito para hacer tantas cosas por mí y por el prójimo me viene, al fin y al cabo, de mi experiencia de Dios revelado en Jesucristo.

Has comentado que solías tener una imagen negativa de la Iglesia. ¿Cómo cambiaste de opinión?

Tengo que decir que todavía soy un poco crítico con la Iglesia Católica en algunos aspectos. Pero como cristianos somos todos Iglesia, y la conversión empieza con cada uno de nosotros de manera individual.

Supongo que he ganado un poco de perspectiva desde la estrecha visión que tenía de la Iglesia como institución de riqueza, poder e influencia guiada por una cierta jerarquía. Ahora entiendo que para la mayoría de los cristianos la Iglesia es la parroquia, donde la gente se reúne para rezar, bautizar juntos a sus hijos, celebrar una nueva y feliz unión y donde dicen el último ‘adiós’  a sus seres queridos en los funerales. Ahora entiendo que la Iglesia es algo mucho más grande que nuestras instituciones y denominaciones. Eso no significa que no debamos criticar lo que ha de ser criticado, pero desde esta perspectiva lo crítico se convierte en más constructivo y fraternal.

Cuando empezaste a ir a la Iglesia de nuevo fue a través de la Iglesia Protestante, ¿qué adquiriste de ellos?

Antes de volver a la Iglesia Católica había estado en tres iglesias protestantes. Dos de ellas son contemporáneas sin denominación (yo las agruparía dentro de la Iglesia Pentecostal para ayudar a clasificarlas) y en una iglesia anglicana. Las iglesias contemporáneas viven su fe de una manera muy viva e intensa, experiencian al Espíritu Santo de una manera que es manifestada al hablar en lenguas, la curación a través de la oración, palabras proféticas… Es una faceta mucho más mística del cristianismo. Esas iglesias me parecieron muy apasionadas, sin rituales o una teología más convencional. Significó mucha menos doctrina e intelectualismo y más vivir apasionadamente por Jesucristo, y creo que es algo positivo que no haya tanto peso en fórmulas doctrinales.

Mientras que crecí como cristiano con ellos, no compartí su experiencia más mística y manifestaciones externas del Espíritu Santo, por lo que finalmente terminé por dejarlo en busca de un lugar que me pareciera menos extraño o desconocido. Así que fui por poco tiempo a otra iglesia contemporánea y después a una iglesia anglicana que me pareció muy similar a la Iglesia Católica en muchos aspectos. Encontré similitudes en las oraciones, en la organización de las lecturas y en su servicio en general, en los himnos… Pero finalmente la dejé porque me resultaba incómodo cuánto enfatizaban en el Antiguo Testamento.

Al fin y al cabo, crecí como cristiano en todas ellas. Fue una lección de humildad ya que te das cuenta de la diversidad y riqueza de interpretaciones de la Biblia. Crecí en mi fe en esas iglesias, porque si ellas siguen a Cristo, tú crecerás, más allá de la denominación de la iglesia. Personalmente, ya sea con o sin razón, nunca tuve problemas al cambiar de iglesia; ¡Jesús es mucho más que nuestras denominaciones!

¿Se te ocurre algún factor común que te haya gustado de las iglesias en las que has estado?

En todas las iglesias en las que he estado han predicado el Evangelio muy bien. Personalmente me parece difícil encontrar una línea de equilibrio que no suene demasiado condenatoria, con sentimiento de culpa y negativa, pero que a la vez no endulce el mensaje y lo convierta en poco más que un tranquilizante. El Evangelio tiene que ser predicado de modo que traiga esperanza y buenas noticias, pero también que nos invite a una vida mejor, ¡a seguir a Jesús! Cada iglesia en la que he estado tiene ese balance, y eso me ha ayudado a abrirme para aprender mucho sobre la Palabra de Dios.

Viendo tu cambio de actitud hacia la Iglesia… ¿Alguna vez te has sentido identificado con San Pablo?

En realidad no. Nunca fui un perseguidor de la Iglesia, era más bien indiferente. Y nunca tuve un momento de revelación como el suyo. Me siento mucho más identificado con Pedro, un hombre torpe dando lo mejor de sí en el intento de seguir a Cristo.

¿Cómo se encuentra tu fe actualmente?

Supongo que como la de cualquier cristiano, un poco como una montaña rusa. Algunos días es muy fuerte y me siento muy cerca de Dios, y otros con mis pecados y mis dudas me da la sensación de que voy a ciegas por la vida sin saber lo que pasa realmente. Las oscilaciones son muy comunes para mí, pero esos subes y bajas suceden dentro de una certeza fundamental, por muy pequeña que sea a veces, pero que es en lo que realmente creo. No estoy preocupado.

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¿Cómo te hace tu fe vivir el día a día?

Siempre trato de recordar en mi día a día la pasión que Jesús transmite en los evangelios, la pasión por el Reino de Dios, ¡que el Reino de Dios está aquí ahora! Es simplemente increíble, ¡podría vivir el Reino de Dios! Pero por supuesto no es tan simple. Cuando tienes que hacer veinte cosas por minuto en el trabajo o tu jefe te llama a su oficina para entregarte un informe es muy difícil pensar en el Reino de Dios. Para mí es más un horizonte al que trato de mirar en mi vida diaria de modo que pueda caminar en la dirección correcta y, poco a poco, ir acercándome para vivirlo un poco mejor. Trato de abrirme a Dios durante varios momentos del día, quizás con un paseo por el parque, un poco de tiempo en silencio, una oración rápida… Creo que esto también me ayuda a darme cuenta a tiempo cuando voy a hacer algo de la manera equivocada. Mis días están llenos de esas pequeñas conversaciones; la mejor forma que he encontrado de abrirme a Dios es siendo agradecido todas las veces que puedo durante el día.

¿Qué es para ti abrirte a Dios?

Realmente no sé cómo describirlo; no es un sentimiento ni un pensamiento. Lo más cercano que puedo alcanzar es una especie de certeza interior, serenidad interior, muy profunda dentro de mí. Simplemente lo sabes. Algunas veces se vive muy claro, otras es algo más difícil de distinguir por todas las otras cosas que pasan en mi vida.

¿Qué te falta por saber?, ¿cuáles son tus inquietudes?

Tengo veinte mil dudas por día acerca de todo, me cuestiono regularmente todo lo que creo. Pero estoy convencido de que mis dudas hacen que mi fe se haga más arraigada y genuina, o por lo menos eso es lo que yo me digo a mí mismo, pero podría aprender de confiar más en Dios en mi vida respecto a las incertidumbres y siendo un poco menos molestamente escéptico con todo. También tengo GRANDES problemas al reconciliar ‘el Dios del Antiguo Testamento’ con ‘el Dios revelado a nosotros en Jesucristo’. También tiendo a ser muy escéptico sobre la teología y doctrinas en general, que muchas veces me suenan a intelectualismo y que no hubieran sido entendidas por aquellas personas hacia las que Jesús predicaba.

¿Qué es lo mejor que te ha aportado el cristianismo a tu vida?

Es difícil de describir. Por ponerlo en dos palabras, yo diría  que me ha dado una gran paz y propósito. Mi vida se ha abierto hacia un bello horizonte, incluso si me olvido de que está ahí. La vida te puede tirar para muchos lados, pero siempre vas a tener a Jesús. Yo pienso que no hay nada más grande, no se me puede ocurrir ni un solo propósito más noble que el suyo.

 

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